Una pila de papel arrugado sobre una base de cristal. Partiendo de esta genial idea, el arquitecto Oliver Salens diseñó la nueva sede del Archivo del Estado. El emplazamiento ideal se localizó en los terrenos de un antiguo monasterio de predicadores. El edificio actual, que data de 2012 refleja una representación simbólica y arquitectónica de su contenido: el papel. Las fachadas de líneas horizontales y ladrillos extraordinariamente alargados simulan hojas de papel apiladas sin apretar. ¿Y la cubierta? Una hoja arrugada que «se mece con el viento». La grandeza, sin pretenciosidad, adorna este edificio contemporáneo. También llama la atención el contraste entre lo transparente y lo cerrado. Basta con ver la planta baja, un espacio público totalmente transparente. En ella se encuentra la «caja» hermética del archivo, rebosante de historia escrita y patrimonio. ¿Le apetece zambullirse en el archivo?